¿Por qué los niños deben que hacer caso?

10 razones

Si se pudiera establecer un ranking de las razones o motivos por el que los niños tienen que tener normas y cumplirlas, serían las siguientes:

Por qué aprender qué se puede y qué no se puede hacer: Los niños no nacen sabiendo qué está bien y qué está mal, pero sí tienen todo el potencial para aprenderlo siempre y cuando se les vaya enseñando. El aprendizaje de lo adecuado e inadecuado es tarea de los padres que lo incluyan en el día a día, cuando como padres ponen límites, les muestran referencia que los ayudan a tener claros determinados criterios sobre las cosas.

Porque los límites los hacen sentirse seguros y protegidos: ¿Qué tengo que hacer ahora, qué se espera que haga?, esta incertidumbre se elimina, y a los niños les da la sensación de que si no sabe, papá o mamá lo ayudarán a resolverlo. Sin incertidumbre no hay ansiedad, con seguridad el niño siente que debe cumplir la norma es lo mejor para él, por eso es importante que el límite sea justo.

Porque es la mejor vacuna contra la ansiedad o la agresividad: Poner límites es decir al niño “Hasta aquí puedes, más allá no”, un NO con mayúsculas, sin complejos y seguros de que le estamos enseñando a frustrarse. Porque aprender a renunciar a sus deseos lo entrena en tolerar la frustración. Los adultos sabemos que las cosas no salen siempre como queremos y que la mayoría de veces nos cuenta mucho esfuerzo conseguir cumplir nuestros deseos. Los niños no. Si permitimos que los niños vivan experiencias en las que no salen las cosas como quieren, los animamos cuando encuentran dificultades y están pendientes de celebrar todos y cada uno de los logros, el niño aprenderá a manejar su ansiedad y agresividad. Cuando este aprendizaje no se realiza bien al niño puede volverse apático y pasivo o por el contrario, tirano, actitudes donde la inseguridad siempre está presente.

Porque un niño sin límites se convierte en un adulto con las características siguientes:

Nunca tiene suficiente, sus logros le parecen poco y, cuando obtiene algo, ya está pendiente de lo que quiere conseguir después.

Reaccionará cada vez peor cuando oiga un NO, comenzará con las rabietas, seguirá arrojando objetos; luego vendrán los portazos, las intimidaciones y los insultos, porque todo vale para conseguir lo que quiere.

No sabe esperar, acostumbrado a que le den todo cuando quiere, no tolera la espera tiene que tener lo que quiere y ya. No sabrá qué hacer con la intolerable espera y desconoce el esfuerzo necesario para obtener el éxito. Lo que sí sabe muy bien es que agredir genera miedo, y eso le gusta aunque en el fondo todo le asuste y le produzca ansiedad.
Su autoestima dependerá de tener cosas materiales. Es como si midieran su valía por lo que poseen.

Porque le facilita la vida a él y mejora la convivencia: “Es que es tan pequeño, no va a saber hacerlo”, esa es una de las diversas razones para explicar por qué los niños asumen responsabilidades en casa. Es cierto que la imitación es una de las mejores formas de educar, pero imitar significa que el niño hace lo que ve y no sólo ve cómo lo hacen.

Mantener este tipo de filosofía tiene consecuencias que los padres deberán asumir:

Hay mucho menos tiempo para estar con los hijos, porque son muchas las responsabilidades y tareas en una casa. A los numerosos quehaceres del hogar hay que añadir ordenar su habitación, aunque el adulto está cansado, con menos paciencia y deseando que se acuesten.

La autonomía se ve mermada, hay menos oportunidades de hacer cosas solo.

Pierden la posibilidad de vivir experiencias que desarrollen capacidades como la atención, la frustración, el control de impulsividad.

Se pierde la oportunidad de aprender a trabajar en equipo y el valor de la colaboración.
En situaciones nuevas no saben cómo comportarse, no han aprendido un código de conducta porque no lo tienen en casa y se sienten inseguros y desconfiados.

Porque está convencido de qué es lo que tiene que hacer: Si se vive la norma como justa, ellos la entenderán igual. Saber que la norma es justa hace a los padres mantener la constancia, porque para cualquiera es mucho más sencillo dar lo que piden y evitar conflicto.

Porque aprende a esperar y esforzarse para tener/conseguir el éxito vital: Ese éxito requiere constancia y frustración para salir victorioso de las distintas situaciones a las que se enfrentara en su vida.

Porque si antes de los cuatro años no ha tenido normas no hábitos, podría desarrollar un trastorno de conducta.

Porque aprenden disciplina: La misma que hace falta para ir todos los días a trabajar, cuidar a los que quieres, es decir, cumplir las reglas necesarias para dar coherencia a nuestra forma de pensar, sin necesidad de que otros vigilen que lo cumplamos. Es necesario para ser disciplinado para estructurar valores como el respeto, la igualdad, el compartir. Es necesario que los niños cumplan con los límites sin necesidad de que sus padres estén adelante, por eso integrar una norma pasa por poner consecuencias a todos los comportamientos, para retirarse después y que sea el niño que viva las consecuencias de sus actuaciones.

Porque aprende que puede equivocarse: Es un derecho personal y que le sirve para evaluar que fallo. Esto no es válido para los niños. Todos nos equivocamos, ser perfectos nos llevaría a estar permanentemente alerta ante la posibilidad de errar en algo y eso, además de provocar ansiedad, es realmente aburrido. El padre que se equivoca y rectifica enseña a su hijo cómo pedir perdón y a reconocer los errores propios para poder enmendarlos.

En casa debe haber límites, los hijos tienen que conocerlos y saber las consecuencias de no cumplirlos o de sí cumplirlos.

Por Mónica Meléndez Gutiérrez
Psicóloga
Contacto:
moni2338@hotmail.com

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