¡No me grites!

La nueva modalidad de escolaridad en México ha detonado diversas situaciones familiares, desde las más favorables hasta las menos convenientes para el trabajo escolar que realizan los infantes en casa.
Las tareas y las actividades escolares en las que los padres acompañan a sus pequeños para su realización han llevado a momentos de tensión, momentos en los que tanto padres como alumnos entran en un estado de estrés elevado y es aquí donde las cosas ya no funcionan bien.
El título de este artículo no refiere a un acto de rebeldía por parte del niño, sino que describe el sentido profundo de una respuesta mental en la que el cerebro no logra actuar debidamente ante la presencia de un tono de voz elevado, que al final y como sea, este tono es intrínseco a un grado de violencia.
El cerebro actúa rápidamente ante la sensación de encontrarse en peligro (aun cuando este sea el mínimo, el cerebro resguarda la integridad y supervivencia del sujeto), el cuerpo en respuesta produce cortisol que lleva la sangre hacia las extremidades, por lo tanto la capacidad de razonamiento, las habilidades cognitivas se ven disminuidas al momento de sentirse agredido o violentado, por más que el infante intente regresar y atender la actividad escolar que por supuesto conlleva un trabajo cerebral no habrá respuesta inmediata o correcta porque el cerebro busca la forma de salvar el cuerpo (esto es una respuesta visceral inevitable ante las situaciones que se detectan como peligro, no hay momento para que el cerebro analice el nivel de amenaza, el cerebro responde y comienza su actividad de resguardo). Es por eso qué en internet abundan los vídeos en los que los niños ante la presencia de una mirada imperante o un señalamiento de error en tono agresivo la mayoría de veces se obtiene una respuesta equivocada, porque el niño NO está pensando, todo su cuerpo se encuentra en alerta, la concentración es un trabajo que conlleva cierta dificultad para el cerebro infantil y si este no tiene sangre suficiente que lo irrigue para realizar su trabajo es imposible que lo realice de manera óptima. Pasado el momento de estrés y cuando todo vuelve a la normalidad ya encontrándose en cierta paz y orden mental, el infante retoma el aprendizaje normal, pero si este caso se presenta en repetidas ocasiones el desarrollo cerebral puede verse afectado. Lo mismo sucede con la negligencia que representa la omisión de cuidados, si el niño pasa mucho tiempo con hambre o con si tiene la sensación de no ser amado o protegido el bajo desarrollo cerebral se puede presentar.
No se puede asegurar que en todos los casos vaya a suceder el extremo que presento, lo que aquí se expone son las pruebas de varias investigaciones sobre los efectos que la violencia pueden tener en el niño, es por ello que un tono neutro, firme, determinante y no vacilante en las indicaciones que se le den al niño puede incrementar el éxito en la realización de las actividades, sin que se vea comprometido el estado emocional familiar y más aún, el del infante que es quien lleva la carga del aprendizaje en un nuevo formato que no tiene dominado en su totalidad.
Es preferible que los padres realicen una solicitud inmediata y determinante para que se lleve a cabo una actividad, que el grito imperativo que no logrará más que generar un ambiente desfavorable y tendrá bien o mal consecuencias en el desarrollo y actuar futuro del infante.

Por Ana Benítez
Licenciada en Educación
Contacto: Mail: ana.benitez.mtz@outlook.com

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