Enemigos invisibles de la educación en casa

Escribo este artículo con la esperanza de que pronto podamos regresar a las aulas, tanto los peques como nosotros, los docentes. Cierto que ha sido algo inaudito, inesperado, impensable, el tema de la pandemia. Cierto que ningún gobierno tenía un plan de contingencia ni de incidencia para resolver los problemas que vendrían con el confinamiento. Menos nosotros, quienes hemos estado al frente de un grupo, tampoco las mamás ni los papás quienes confían la educación de sus hijos en nuestras instituciones.

Ante este panorama, he visto que nuestras salas, recamaras, comedores, han vivido transformaciones que deseamos sean temporales. Cierto que algunos docentes ya tenían un espacio de estudio, un escritorio en casa. También es cierto que algunos peques contaban ya con espacios destinados al estudio. Pero todos sabíamos que era para tareas, solo para tareas.

Si bien algunos institutos de educación media superior y superior ya estaban transitando al blending (la combinación de educación virtual y presencial) o la educación híbrida, la educación básica aún no daba ese paso, al menos no en nuestro país. Y ahí surgieron varios enemigos invisibles de la educación en casa.

Más allá del conocido ruido de las calles, tan folklórico siempre, existen otros enemigos que en ocasiones no les prestamos la atención suficiente para poder combatirlos. Entre ellos podemos nombrar:

La pérdida de la atención: Al ser la computadora, tableta o el televisor, el único punto de atención del niño; cuando se le pide realizar otras tareas que no dependen de un equipo inteligente de tecnología, entra en dificultades severas. ¿Por qué? Porque la tecnología tiene una configuración unidireccional, mientras que las actividades sociales implican un doble camino, una retroalimentación en ambas vías, y como la atención se entrenó de forma estructurada unívoca, le genera al niño problemas en la heteroestructuración.

Trastorno del sueño: La cantidad de tiempo que nuestros hijos están expuestos al brillo del equipo de cómputo provoca cambios en la glándula que provoca el sueño (penial), es de tal fuerza esa luz que puede llegar a paralizar la glándula y por ende es más difícil poder quedarse dormidos. Más aún, cuando logran el sueño es posible que el cuerpo pida mayor reposo y por lo mismo nuestros hijos piden dormir más.

Sedentarismo: En el aula los niños hacen actividades que les permiten el desarrollo psicomotor. Estando frente al televisor o la computadora, si bien pueden realizar actividad física, no se hace con la misma fuerza, ni puede ser verificado por el maestro. De hecho las lecciones de educación física se han visto desplazadas. Esta situación los lleva a estar sentados muchas horas sin moverse.

Pérdida de habilidades sociales: La convivencia con un equipo inteligente jamás suplirá la presencia física, en lo que a las relaciones sociales se refiere. Ya existían formas de video-juegos en los que se podía interactuar, pero siempre virtual. Por ello, se pierden las formas protocolarias de interacción, incluso a niveles de que los pequeños pueden llegar a ignorar el arribo de un visitante a casa, el llamado de la madre, el saludo de los tíos.

Pérdida de apetito: Es tan fuerte la atención a la tecnología, que el cuerpo se distrae de sus nutrientes. No tiene hambre, aunque sí requiera comer. No tiene sed, aunque sí requiera beber.

Elevación del enojo: Ya que toda su atención está inclinada a la sesión virtual, al momento en que es llamada su atención a otra actividad viene el enfado, el enojo, porque siente que perderá todo lo visto.

Tecno-estrés: En mí articulo de septiembre ya expuse este punto. Es el agobio ante el uso y abuso de la tecnología.

¿Qué podemos hacer ante este enemigo invisible para nuestros pequeños, mientras pasa este periodo de confinamiento?

Recuperemos su atención en actividades manuales que impliquen la participación de dos o más personas, sin uso de equipos tecnológicos, como hacer recetas de ricos postres, pasar muebles de un lugar a otro, armar rompecabezas en familia.

Dar reposo a la vista al término de las sesiones virtuales. Poner un poco de té de manzanilla que ayude al descanso ocular o gotas que nos pueda recetar un oftalmólogo. Incluso evitemos que en la recámara del pequeño haya televisores o al menos ya no encenderlos a la hora de ir a la cama.

Proponer actividades físicas que se puedan realizar dentro de casa, pedirle al maestro que nos indique cuáles son las mejores y qué debemos observar para saber que se están realizando de manera adecuada. Si se cuenta con un patio amplio, jugar con pelotas, con aros, con cuerdas.

Promover la recuperación de la interacción social con todos los miembros de la familia. Promover el diálogo permanente, y si tenemos visitas poder intercambiar ideas, anécdotas, con nuestros visitantes. Incluidos todos aquellos protocolos de etiqueta social.

Establecer horarios específicos de comidas y colaciones. Seguir las recomendaciones del consumo de agua en la cantidad de litros adecuada para la edad que tenga nuestro hijo. No demos cabida a la espera, comer a la misma hora genera un buen hábito alimenticio y mejor nutrición.

Enseñarle a nuestros pequeños al manejo de su enojo. Mostrarle en qué momentos sí puede tener cabida tal o cual emoción y en qué momentos no. Estimular momentos de felicidad, de tranquilidad, de paz, de amor. Y saber que una emoción corresponde a una situación y que no debe ser permanente, menos si son emociones negativas.

Estos son algunos enemigos invisibles y algunas posibilidades de solución ante la educación en casa, algo que no queríamos, algo que no pensábamos pero que lo estamos viviendo, y que esperamos que el regreso a clase, sin riesgo de salud para nadie, sea pronto.

Por Felipe Oliva
Maestro en Ciencias de la Educación
Contacto:
olivafelipe@hotmail.com

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