Por Itzel Lucero Hernández Miranda/ Psicóloga clínica
La educación de los hijos se ha convertido en una preocupación central para muchos padres. Conscientes de la importancia de brindarles las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos del mundo en constante cambio, los padres buscan modelos educativos que se ajusten a las necesidades individuales de sus hijos.
Los modelos educativos que se implementan en la crianza y formación de los hijos son determinantes en su proceso de aprendizaje, adquisición de habilidades y valores, así como en su preparación para enfrentar los retos de la vida.
A continuación, se analizarán los modelos educativos más frecuentes ampliamente utilizados en la actualidad.

El modelo tradicional de educación ha sido predominante durante muchos años. Se caracteriza por una estructura jerárquica, donde el profesor es la figura principal del proceso educativo y el alumno se sitúa en un rol más pasivo. El enfoque está en la transmisión de conocimientos y el aprendizaje se basa principalmente en la memorización y la repetición. Este modelo suele seguir un currículo estandarizado, con poca flexibilidad para adaptarse a las necesidades individuales de cada alumno. Además, se centra en la evaluación cuantitativa, basada en exámenes y calificaciones, lo que puede generar una gran presión y competencia entre los estudiantes.
El modelo tradicional se centra en la adquisición de conocimientos teóricos y habilidades básicas, como la lectura, la escritura y las matemáticas. Además, pone énfasis en la memorización y la repetición de información. Aunque este enfoque ha sido criticado por su falta de participación activa por parte de los estudiantes, es importante reconocer que ha sido efectivo para proporcionar una base sólida en áreas fundamentales del conocimiento.
Sin embargo, en los últimos años ha surgido un modelo educativo alternativo: el enfoque constructivista. Este modelo se basa en la idea de que el aprendizaje es un proceso activo y personal, donde el estudiante es el protagonista de su propio aprendizaje. Se fomenta la participación activa, la investigación, el trabajo en equipo y el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico y la resolución de problemas. Los contenidos se presentan de manera contextualizada y significativa para los estudiantes, permitiendo que puedan relacionar lo que aprenden con su entorno y experiencias personales. La evaluación se enfoca en el proceso de aprendizaje, valorando los avances y el desarrollo de competencias más allá de las calificaciones numéricas. Este, fomenta la curiosidad, la experimentación y la colaboración. Sin embargo, también pueden carecer de la estructura y la rigurosidad académica del modelo tradicional.
En el modelo constructivista, el profesor actúa como un facilitador y guía, proporcionando oportunidades para la exploración, el descubrimiento y la reflexión. Los estudiantes son motivados a buscar soluciones por sí mismos, se centra en el desarrollo integral de los estudiantes, no solo en el aspecto académico, sino también en su crecimiento personal, emocional y social. Se reconoce la importancia de adaptar el currículo a las necesidades individuales de cada estudiante, reconociendo sus fortalezas y debilidades.
Ambos modelos educativos tienen sus ventajas y desafíos. El modelo tradicional proporciona una estructura clara y disciplina, y en algunos casos puede ser eficiente para la transmisión de conocimientos teóricos. Sin embargo, puede limitar la creatividad y el pensamiento crítico de los estudiantes, así como su capacidad para adaptarse a nuevos desafíos. Por otro lado, el enfoque constructivista fomenta el desarrollo integral de los estudiantes, promoviendo su autonomía y habilidades socioemocionales. Sin embargo, requiere de una mayor planificación y adaptabilidad por parte de los educadores, así como de recursos adecuados para implementar actividades prácticas y participativas.

Es importante destacar que no existe un único modelo educativo ideal para todos los hijos. Cada niño es único, con características, intereses y estilos de aprendizaje propios. Por lo tanto, los modelos educativos deben ser flexibles y adaptarse a las necesidades individuales de cada estudiante. Una combinación equilibrada de elementos del modelo tradicional y el enfoque constructivista puede resultar en una educación integral y de calidad. Además, es esencial promover la colaboración y la comunicación constante entre los padres, educadores y estudiantes, para asegurar un entorno educativo enriquecedor y satisfactorio.
En conclusión, los modelos educativos son fundamentales para la formación de los hijos. Tanto el modelo tradicional como el enfoque constructivista (alternativo) tienen sus ventajas y desafíos, por lo que es importante encontrar un equilibrio que se ajuste a las necesidades individuales de cada estudiante. La educación de calidad debe fomentar la participación activa, el desarrollo de habilidades cognitivas y socioemocionales, y el pensamiento crítico, preparando a los hijos para enfrentar los desafíos del mundo actual y futuro, de suma relevancia que los padres y educadores consideren estos modelos educativos para el acompañamiento de los menores.
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