En la antigüedad, los ancianos eran los sabios, las personas más respetadas de la tribu, a quienes se recurría por respuestas y consejo, debido a que eran quienes habían vivido más y tenían más experiencia en diferentes áreas de la vida. Sin embargo, con la velocidad de la civilización, la “optimización” de los sistemas de comunicación, la exagerada relevancia que se le ha dado a lo nuevo, por sobre lo viejo, e incluso, la desvalorización de las personas mayores, que ya después de los 50 años no pueden conseguir un empleo digno, esta situación ha dado un giro desafortunado.
Las personas ya no tenemos tiempo para pasar con los abuelos, para escuchar sus historias, para amarlos y compartir tiempo con ellos, sin ningún objetivo particular. Lo cual, ha hecho que poco a poco, ellos mismos se asuman como inútiles, pesos para la familia, o sin sentido de existir, y esto los conduce a la depresión, a la pérdida de facultades cognitivas, motrices, comunicativas, etcétera.
Envejecer forma parte del proceso natural del ser humano, y corresponde a todos aceptarlo y asumirlo con normalidad. Se producen cambios a nivel corporal, biológico, psicológico y social. Este último es doloroso, pues siendo que los primeros son inevitables, el lugar que la sociedad le da a los ancianos es responsabilidad de la sociedad misma, y eso comienza en la familia: otorgarles un espacio de dignidad y respeto en esta etapa de sus vidas, en la que tienen mucha riqueza acumulada, espiritual, emocional, afectiva, y con grandes posibilidades de desarrollo personal, creativo, intelectual, y por supuesto social, es tarea de nosotros como madres y padres.
Para los niños, los abuelos representan un amor único y especial. Reciben de ellos algo que nadie más les puede dar, su atención completa, sus mimos, historias llenas de sabiduría y de experiencias que suenan mágicas y sorprendentes, ya que al haber vivido tiempos tan diferentes, para los niños esto es una oportunidad de imaginar e introducirse en su propia historia, a través de los ojos de estos seres tan amados por nuestros hijos.
Los abuelos no sólo son personas que nos “sirven” y nos “cuidan” a nuestros hijos cuando nosotros lo necesitamos, ellos representan un nexo de unión transgeneracional, mantienen las tradiciones, entregan lo mejor de ellos ya que es un momento de elección, y para los abuelos es un gozo compartir con sus nietos.
Como en cualquier relación, se necesitan ciertas pautas para que esta sea una relación disfrutable, consciente y que aporte bienestar a todos los involucrados:
1. La relación abuelos-nietos no es una obligación. Es importante crear un diálogo abierto y de cuidado y respeto. Los abuelos están en una etapa de gozo y disfrute de su vida, han trabajado quizás muchos años y ahora querer tener tiempo para sus hobbies y gustos personales. Ellos no tienen obligación de cuidar o atender a nuestros hijos. Es importante tener en cuenta que debe ser una elección, no una obligación.
2. Los abuelos no educan a sus nietos. Somos las madres y los padres los responsables de la educación de los hijos. Los abuelos no son responsables de que nuestros hijos muestren buenos modales en la mesa, de perseguir que hagan sus tareas o recojan sus habitaciones. El tiempo que pasen con los abuelos debe ser un tiempo dedicado a la relación, no a la educación. Sin embargo, si hay un acuerdo entre abuelos y madres/padres, a través del diálogo respetuoso, se pueden discutir e intercambiar puntos de vista, información, experiencias y opiniones, sin que eso signifique que la educación queda a cargo de los abuelos. Mantenerse cada quien en su lugar en el sistema familiar es vital para su sana convivencia.
3. Los abuelos alaban a sus nietos. Sí, es importante aceptar que para los abuelos, sus nietos son maravillosos, y ellos mirarán siempre lo que ellos hacen bien, y lo nombrarán (a su muy particular estilo, cada uno). Si los nietos cometen un error, ellos se centrarán en buscar soluciones, y no estarán enfatizando lo negativo de cada situación, incluso son los primeros en intentar liberar a sus nietos de un castigo o una consecuencia negativa. Aceptar que la relación abuelo-nieto es una relación privilegiada basada en el cariño y la validación de las cualidades positivas, y eso es lo que crea ese lazo especial entre ellos.
4. Educamos a través de la relación con sus abuelos. Nuestros hijos aprenden de nosotros la manera de tratar a los mayores. Y aprenderán del trato que nosotros demos a esa relación, para en el futuro, ellos relacionarse con nosotros cuando seamos mayores.
Frase: “Todo el mundo debe buscarse unos abuelos, son las únicas personas grandes, que siempre están contentas de estar con nosotros”. Niño de 8 años.
Si quieres profundizar en este trabajo, ponte en contacto conmigo para informarte de los talleres que ofrezco, o de las sesiones individuales de Psicoterapia y Arteterapia.