Seguridad y confianza parece ser un binomio que encausa fortalezas sociales. Si bien pueden ir de la mano, pueden también observarse una detrás de la otra. Por el momento, quiero exponer sobre la confianza como un motor que encausa fortalezas en las relaciones interpersonales desde la infancia. Y que si no se desarrolla desde entonces, en la vida adolescente y adulta será muy complicado tenerla.
Ahora bien, ¿es una fortaleza nata? ¿Es un valor que pueda desarrollarse por descubrimiento, por imitación, por reproducción por educación? ¿Son los padres quienes deben vitaminar esta virtud? ¿Participan los demás en la formación de la confianza o interfieren para que no se tenga?
Me gusta partir siempre de la raíz etimológica de las palabras, porque es ahí donde podemos mirar el sesgo más limpio. Confiar viene acompañado de fiar, de darle al otro una fianza. Fiar es la fe. ¿Qué es la fe, más allá del sesgo religioso que puede imperar? La fe es creer sin ver. Por lo mismo, la confianza es creer sin ver, sin verificar, sin vigilar, que algo se puede hacer, se puede logar, se puede alcanzar.
Dicho esto, generar confianza en el niño, en la niña, es permitirle que logre sus metas, sus quehaceres, sus actividades, sus tareas, sin necesidad de ser vistos. Ampliemos. Cuando se está iniciando los procesos psicomotores, como caminar, tomar un objeto, distinguir formas, vemos un proceso en ensayo y error. Y es justo el momento en que el adulto interviene. Cuando le sujeta para que él o ella descubra la fuerza en sus piernas, el equilibrio en la mirada, viene el aplauso o la reprimenda. Es un momento en que la confianza se crea o se fractura. Cuando comienza a dar sus primeras bocanadas sin la ayuda del brazo de mamá, sin la guía de papá, igual vienen frases tales como: “bien, nene”, “excelente, hermosa” o “con cuidado”, “fíjate”, hasta más rudas como “ves cómo no puedes”. Veamos algunas pautas.
Lo primero es que tú como mamá o papá creas en ellos. Demuéstrale que tú crees en él o ella. Hazle notar que esa credibilidad no solo en acto forzado, ni con frases hechas. Demuéstrale con tus actos de felicidad que tú crees en que puede lograr algo. Déjalo que haga y muestra tu felicidad en el logro, por mínimo que este sea. Hazle sentir esa alegría que nace en ti.
Si hizo algo bien, dilo. Para que la memoria inicial genere la primera brecha, la primera senda en pro de la confianza en él mismo. Recordemos que en los primeros años, los procesos cognitivos van más acompañados de sensaciones que de reflexiones. Uno de los caminos más sanos para saber que hicimos algo bien, es cuando nos produce una sensación que nos gusta sentir. Entonces, tú dile al pequeño qué fue aquello con logro, y deja que las sensaciones satisfactorias surjan.
Si algo hizo mal, si no logro esa meta, no le reprendas a la personita, solo enfoca el hecho. Es decir, no digas que él o ella fue el encausante, sino que acentúa el acto o la cosa no lograda. Si está construyendo algún juego y no logra colocar la última pieza porque alguna no está en el sitio adecuado, dile cuál es la pieza, muéstrale el sitio correcto; hacia el acto, hacia la cosa, jamás hacia el pequeño.
Este enfoque de lo bien o mal hecho, va acompañado con la posibilidad de generar múltiples soluciones ante una situación o ante un problema. Hace que el infante sea creativo, y la creatividad impulsa de manera fuerte la confianza. Enséñale muchos caminos para un mismo problema, muéstrale caminos alternativos, que no vea muros sino horizontes varios.
Una vez lograda esa creatividad, le podrás generar autonomía. Esto es, poder lograr la autosuficiencia y de ahí la independencia de acción. Ahí nacerá la seguridad, por tanto la confianza viene plena.
Esta autonomía debe ser solidificada por la persistencia. Insistir, persistir hasta conseguir. Eso lograra abatir esos sesgos que de frustración puedan generarse ante algo no cumplido, no realizado. Ser persistente hasta lograrlo en una sana necedad. Guíalos ante esa persistencia. El esfuerzo siempre será premiado.
Ahora llévalo a retos más complejos. Vamos de nivel en nivel, y así la confianza se engrandece. Cada reto más fuerte, cada meta más compleja, cada objetivo más tremendo, cada montaña más alta, cada vuelo más elevado.
Todo este camino de fortalezas lo empujará a realizar cosas por él mismo, por ella misma. Es justo ahí donde veremos la confianza completa, cuando por sí mismos logran ya sus metas sin necesidad de ser revisados, de ser vistos, de ser vigilados.
Una vez que tenemos construida la confianza, entonces los vínculos sociales comienzan a crecer. Porque no entran en una insana competencia con el otro, sino en un proceso de colaboración y crecimiento social. Mejor aún, el infante comienza a compartir confianza, y si esta es mutua se construyen la relaciones sociales sanas.
Compartir juegos, metas, tareas, actividades con otros, con esa confianza construida, lo llevará incluso hasta el liderazgo. Porque tendrá una autoestima sólida. Justo es este el último punto que quiero departir.
La autoestima es reflejo de la confianza, por ello debemos estar atentos al círculo familiar, al círculo escolar, porque pueden existir seres nocivos que busquen destrozar, que busquen la fragilidad, que busquen lesionar. Ahí, nosotros, como adultos, debemos intervenir para que no haya esa fractura.
Confiar es tener fe en el otro. Sin vigilar, sin observar, porque sabes que se logrará la meta. Construyan juntos ese camino, que a la postre, será altamente satisfactorio.