Se habla mucho de la nueva normalidad, lo que escucho en mi consulta y en el grupo de Tribu Sin Escuela es a muchas familias preocupadas porque no saben qué hacer con sus hijos, no está nuestra vida preparada para esto que nos llegó sin avisar. Estábamos todos tan sumergidos en el tren de las carreras por más y más, que no pudimos hacer un espacio para parar y darnos cuenta de que nos estábamos yendo lejos y más lejos de lo que es más importante.
Las familias se sienten asustadas y desesperadas por mil razones: “no vaya a perder su avance académico”, “no vaya a perder su certificado de x”, “¿qué voy a hacer si lo tengo todo el día conmigo?, yo tengo que trabajar”, “no me dejan respirar”, “si no ven a sus amigos en la escuela, ¿dónde van a socializar?”. Y esta última me ocupa una buena parte de este sentimiento de emergencia de abrirnos a ver de cerca lo que está ocurriendo ahora, lo que ha venido ocurriendo antes del confinamiento, y lo que se está proponiendo como “nueva normalidad” para niños, niñas y jóvenes en los espacios educativos, sociales y culturales.
• Lo que está ocurriendo ahora
Primero nos vimos en la necesidad de irnos con la inercia del “desempeño académico”, que los niños, niñas y jóvenes cumplieran cabalmente con su programa y entraran a todas sus clases por zoom, hicieran montañas de tareas y, sin ningún proceso intermedio, hicieran como si “nada”. Hay que seguir, no parar, ni preguntar, ni reflexionar. Y muchos de estos niñ@s y jóvenes dijeron sentirse muy bien en casa, con su familia, sus mascotas, sus juguetes, sus libros y sus espacios, retomaron una parte importante de sus vidas, y sin mucho aterrizar, reconocieron ahí su espacio. De lo que siempre reniegan y reclaman, es de las aburridas clases on line, y de las interminables tareas, que por cierto, ninguna de las dos les ayudan a aprender del mundo en el que vivimos HOY. Lo que está ocurriendo hoy, pasa velado ante sus ojos, porque hay que aprender los nombres de los ríos de América, y las ecuaciones de primer grado…
• Lo que ocurría antes del confinamiento
Había una “normalidad” establecida, de la cual casi nadie hablaba, eran l@s niñ@s y jóvenes, quienes fueron arrastrados a un caudal veloz de deberes, libros, monólogos y actividades (aunque algunas fueran creativas) nacido del interés de los adultos, pero que a ellos, los receptores de ese asunto, no les hacía ningún sentido. Llegaban a terapia (en el mejor de los casos) o a buscar tratamientos psiquiátricos, esos niñ@s y jóvenes que podían manifestar en su estado físico, mental y/o emocional, el pesado yunque que se les puso encima. La escuela se ha quedado siglos atrás en referencia a las necesidades actuales de la humanidad. La tecnología se ha encargado de hacérnoslo saber. Si no me crees, mira tu teléfono celular, y mira cuán rápido ya es obsoleto. ¿Por qué seguimos haciendo lo mismo desde hace alrededor de 200 años? Incluso los modelos más humanistas, fueron creados en un contexto social y cultural, hace más de 100 años. ¿Y hoy? ¿Qué se necesita hoy? Las escuelas no pueden seguir siendo nuestro referente de educación, porque ya no lo son, no al menos como lo son ahora.
• La propuesta de la “nueva normalidad”
Me parece de película de terror que se esté llevando a cabo ya, en algunos países del mundo, este nuevo regreso a los espacios escolares, con niños con máscaras, guantes, sin poderse tocar, sin poderse abrazar, ni poder jugar. Y lo que más me preocupa es que las familias lo estén considerando como algo viable para sus hij@s. Estábamos primero muy preocupados por el hecho de que l@s niñ@s y jóvenes pasaban muchas horas en los celulares, había (y sigue habiendo) peleas familiares porque, los padres queremos, que los l@s hij@s convivan, hablen con nosotros o con otras personas, que salgan a andar en bici, que socialicen. Sin embargo, no cuestionamos la propuesta de ir a un centro escolar:
1) Con una máscara, que oculta sus gestos (sus emociones) y le impide reconocer los de otr@s, con el fatídico resultado de la nula conexión neuronal de los circuitos que desarrollan empatía (entre otros)
2) sin contacto físico, no abrazos, no saludos de mano, ni mucho menos de beso, cuando se preocupaban mucho porque si no van a la escuela ¿cómo van a socializar?, ¿es esto socialización? ¿no poder abrazar ni ver a sus amigos a la cara? ¿en verdad queremos eso para ell@s? ¿queremos que la nueva forma de vivir sea esa? l@s niñ@s (por fortuna, aunque trágicamente dadas las circunstancias) están fuertemente conectados a sus instintos aún, y van a ir impulsados hacia sus amig@s, incluso hacia sus maestr@s, por los cuales sientan cariño, y ¿qué les vamos a decir? ¡no!, y con eso vamos a infundirles miedo, más miedo aún, miedo a amar, a expresarse emocionalmente, a dar afecto y, de paso, a negar su necesidad de contacto, cuando, como mamíferos, necesitamos contacto físico amoroso, calor (humano en nuestro caso) y vocalizaciones suaves, para sentirnos seguros. Entonces van a tener que aplicar mayores medidas disciplinarias, candados y reglamentos que impidan que ellos se toquen, conecten y desarrollen empatía. Y por último
3) Si a la escuela se iba a aprender, y a obtener conocimientos y a socializar, ¿qué van a ir a hacer ahora? Porque la información, dados los enormes avances tecnológicos, ahora está abierta en la web, si sabes buscar y discernir, encuentras lo que sea, incluso muchas plataformas serias y robustas, son gratuitas. Y si la socialización no será ni a leguas, saludable en los términos en los que se propone ahora ¿qué propósito tendrá que tus hij@s vayan a la escuela ahora?
A toda costa estamos evitando mirar que estamos frente a una emergencia, pero no solamente por los contagios de COVID, sino una emergencia relacional y de organización social, en la que nos toca revisar todo un sistema de creencias y de inercia de hace siglos. Pero ya está aquí, frente a nuestras narices, haciéndonos sentir tan molestos, que ya no es posible dejar de mirar. LA FAMILIA SE RECONFIGURA COMO EL LUGAR DESDE EL QUE NACE LA NUEVA NORMALIDAD.
Sé que se mueven muchas cosas, muchas familias me han preguntado, “pero ¿cómo le hacemos si trabajamos los dos (papá y mamá)? No puedo dejar de trabajar”. Y una larga lista de preguntas que dejan asomar la incertidumbre y la ansiedad de no poder hacerlo solos. Y es que ¡no podemos!, ESA ES LA CUESTIÓN, este es el momento de dejar de estar solos, cada uno en su vagón, viendo para su propio beneficio, este es el momento en el que volteamos hacia la sociedad, empezamos a vincularnos con otras familias, tejemos redes de apoyo y colaboración entre nosotros, nos apoyamos, nos fortalecemos ¡juntos! En grupos pequeños. Ya hay familias que (me llena de alegría) me cuentan cómo se están organizando entre ellos, y cada día una familia acompaña a los niñ@s, mientras las otras familias, salen, atienden sus trabajos, sus actividades, y reciben a los niñ@s otros días ¡bravo!, y otras familias que prefieren darles a sus hij@s lo que sienten que necesitan, y les organizan horarios y actividades guiadas por un currículum determinado, y por la tarde les organizan actividades físicas y artísticas, ¡excelente! Lo importante es retomar la confianza e intuición en la crianza, en saber que sí podemos acompañar, cuidar, proteger y guiar a nuestr@s hij@s, porque ¡son nuestr@s hij@s!
Que este momento sea la puerta a la creatividad, a retomar los hilos de nuestras familias, a sanar los vínculos lastimados, y a reorganizarnos como sociedad para que, este suceso, nos ayude a crecer, pero no el miedo, sino la armonía.
¡CONSTRUYAMOS UN NUEVO MUNDO!
Si quieres profundizar o conocer un poco más acerca de las opciones que hay para ti y cómo hacerlo, ponte en contacto con nosotros, únete a nuestra Tribu Sin Escuela.