Nadie puede decir cómo nacieron los cuentos ni desde cuándo. Lo que sí sabemos es que casi en todas las familias, los cuentos han sido un vínculo muy especial. Tradicionalmente, los cuentos narraban historias de lo cotidiano y eran orales. Se fueron agregando a estas historias, algunos componentes “mágicos”, increíbles e inspiradores, que servían para enaltecer en los integrantes de las tribus, cualidades para enfrentar los retos de la vida, y de ser ejemplo para otros.
Cuando comienza la escritura, los cuentos entonces pasan a ser escritos e ilustrados, hasta el día de hoy, en que tenemos una variedad inmensa de cuentos y colecciones hermosamente logrados. Muchos de ellos, han incluso, pasado a la pantalla grande, cautivando a chicos y grandes.
En muchas familias, la hora de dormir de los pequeños, va acompañada de la lectura de un cuento, y va preparando la mente y el cuerpo para rendirse al descanso, soltar todo lo que ocurrió en el día, y entregarse a soñar. Esta es una oportunidad muy hermosa para mamás y papás de ayudarles a los niños a reencuadrar o acomodar lo que necesiten. Sus mentes están abiertas para recibir y es en esos momentos en los que el inconsciente puede estar al servicio de la inteligencia emocional del niño. Es la hora del cuento oral.
¿QUÉ SE NECESITA PARA CONTAR CUENTOS TERAPÉUTICOS?
• Como mamás y papás, necesitamos abrirnos a la creatividad. Recordar cómo funcionaba nuestra mente cuando éramos pequeños. Escuchar a un niño jugar solo o con otros niños, es fascinante, ¡ellos solos ponen todo el material!, crean el escenario, le ponen los elementos que necesitan para resolverlo TODO.
• Si crees que has perdido tu creatividad o que no tienes imaginación, te invito a intentarlo. No hay nada que no podamos hacer por nuestros hijos, y contarles cuentos es una de las cosas que más nos pueden vincular emocionalmente.
• Haz un pequeño ejercicio antes de comenzar: cruza tus brazos como normalmente lo haces. Ahora hazlo de la otra forma, es decir, si acostumbras cruzar el brazo derecho sobre el izquierdo, hazlo a la inversa, cruza el brazo izquierdo sobre el derecho ¿qué notas? Parece como si no fuera tu brazo ¿cierto? Estamos invitando al hemisferio derecho del cerebro a participar. Trata de mirar el mundo así, como si no fuera el que ya conoces, y desde ese lugar, con toda esa novedad, deja que salgan las palabras. CONFÍA en que tú lo tienes ¿tener qué? Un niño interior, déjalo jugar.
¿CÓMO SE HACE?
• Una hora antes de que sea la hora de dormir, ve “bajando la velocidad”, es decir, apaga la tele o las pantallas, baja la luz, el volumen de tu voz, ve llevando a tu hijo a una velocidad menor, a lavarse los dientes, ponerse la pijama, preparar su ropa del día siguiente, etc., para que durante esa hora, el cuerpo y la mente vayan relajándose (y tú también).
• Deja que tu hijo se meta en las sábanas, arrópalo y pregúntale qué personaje quiere que sea el protagonista del cuento. Vas a escuchar desde “una niñita” hasta “un marcianito” o “un guerrero”. Si tienes más de un hijo y duermen en la misma habitación, pídeles a ambos, o a todos, que cada quien aporte su personaje, y aunque parezca que no tienen nada que ver uno con el otro, inclúyelos a TODOS en el mismo cuento.
• Comienza con un tono de voz lento y suave, y con una frase como “había una vez” o “en un lugar muy muy pero muy lejano”, dejando que la introducción del cuento sea un pasaje a otro mundo, alarga un poco estas palabras, como diciendo “muuuuuuy pero muuuuuuuy lejano”.
• Introduce pronto el personaje en la historia, describiéndolo muy detalladamente. Ahí puedes encontrarte con que tu hijo quiere describirlo él mismo, permítele ser parte de la historia, y trata de invitarlo a hablar en el mismo tono que tú. Puedes decirle que estos cuentos, se cuentan así… Por ejemplo “con unas trenzas laaaaaaargas laaaaaaargas”.
• Si hubo algún conflicto en su día que tú puedas aprovechar para re significar, hazlo, por ejemplo, si tuvo un problema con su clase de matemáticas, puedes decir: “un marcianito que no entendía el manual de operación de la nave espacial”….
• Introduce un recurso: es un elemento que evoca en la mente del niño, un ser, poder o elemento que le da la confianza y la seguridad de que el problema se va a resolver. Por ejemplo: “la niñita de laaaaaaaaaargas trenzas escuchó cómo el gran árbol del bosque le dijo ‘todo va a estar bien’”…
• Finalmente, deshaz el nudo, ofrece la salida, a través de un camino de flores, una puerta mágica, unas alas doradas, polvo de estrellas, ¡lo que surja! Para que finalmente el problema se resuelva.
• No des soluciones “reales”, ni propongas los problemas literales, ya que eso haría que el hemisferio izquierdo del cerebro tome las riendas y empiecen las resistencias y creencias limitantes. Cuando trabajamos cuentos terapéuticos, usamos el hemisferio derecho, utilizando metáforas, símbolos, significantes y con eso el inconsciente del niño lo traduce en recursos para la vida.
• Encárgate de que el cuento venga lleno de amor, aceptación, validación de todo lo que suceda.
• Utiliza diferentes tonos de voz, tratando de no exagerar o hacer demasiado evidente que estás improvisando. Recuerda, confía, tu niño interior sabe cómo hacerlo, invítalo a cada sesión de cuentos, y verás cómo, incluso tú mismo, te beneficiarás de esta práctica, no solo por el vínculo con tus hijos, sino por el vínculo con tu propio niño interior, su espontaneidad y su capacidad creativa.