Por Felipe Oliva/ Maestro en Educación
Desde hace algunas décadas, la música más promovida ha sido una emulación de la que escuchan los adultos. Vemos competencias de canto donde niños interpretan melodías con contenidos amorosos y connotaciones para mayores, rupturas de parejas, celotipias y otros temas similares, que por su edad no han experimentado. ¿Por qué ya no tenemos programas específicos para la infancia? ¿Por qué no se divulga la música de los pueblos originarios y menos la llamada clásica?

Mucho se ha escrito sobre el genio del niño Mozart, se dice que escribió su primera sinfonía a los ocho años y que desde los cinco ya tocaba el piano y el violín. Hijo de una gran músico de la corte, Leopoldo Mozart, el niño Wolfie, como le dirían de cariño, recibía las clases de su padre.
Siempre reconocido como un niño genio, ¿Qué le debemos aprender? ¿Por qué se dice que su música ayuda a la concentración? ¿Por qué estimula la creatividad y la inteligencia? Si es así, ¿Por qué no se utiliza como instrumento para incrementar los niveles de sabiduría de nuestros pequeños?
La música de academia o llamada clásica tiene un valor de apreciación, no solo para la gente “culta”. Es para todos. Baste recordar que Mozart escribió óperas bufas que eran escuchadas por la gente común, su Flauta Mágica, siendo un ritual de masonería, se presentaba en los teatros populares. Entonces, lo primero es escucharla sin tabúes de ningún tipo, no importa si no sabemos distinguir entre una sinfonía, un concierto, una sonata, o no conocemos sobre tempos y ritmos.
Si es la primera vez que la escuchas, te recomiendo ponerla de fondo, no te preocupes por atender en su totalidad la ejecución o interpretación, solo déjala de fondo mientras haces alguna tarea con tu pequeño. La frecuencia con que sonará llegará al cerebro sin importar el volumen al que esté. Aquí viene lo importante.
La frecuencia musical es la cantidad de ondas que viajarán y serán detectadas por nuestro cerebro, se dice que llegará a la corteza superior y se asentará en el hemisferio derecho, que es el que actúa sobre nuestros niveles de inteligencia. Sin embargo, será tan envolvente que también invadirá toda nuestra sensibilidad y nuestras emociones.
Y aquí vienen los beneficios: Se incrementa la atención, se eleva la capacidad de memoria, el pensamiento lógico se estimula, y se generan andamiajes entre sonidos e imágenes que fortalecen el aprendizaje.
¿Solo la música de Mozart logra eso?

Se han hecho estudios con otros compositores y los resultados no son los mismos. El estilo, la forma en que juegan los instrumentos, la armonía y melodía alcanzan tal fuerza creativa que logran en sus escuchas estimular los sentidos, el equilibrio, el baile y la coordinación psicomotora.
Deja que tu hijo escuche música de Mozart mientras estudia o realiza tareas, incluso tomando clase, podrá estimular y fortalecer otras inteligencias. Se incremente su nivel de lenguaje porque se van fijando palabras nuevas con sus significados; explorarán más sus emociones y sentimientos; por supuesto, su gusto estético se ampliará. Se dice también que ayuda a avivar la imaginación, la fantasía, la creatividad, inclusive a mejorar la salud, ya que produce un efecto relajante que ayuda eliminar toxinas y a aprovechar mejor la alimentación.
¿Con qué iniciar? Te recomiendo como aperitivo la Sonata para dos pianos en Re mayor, K.448. Compuesta por tres movimientos, Allegro con spirito, Andante y Molto Allegro.
Solo escúchala, deja que suene mientras el pequeño hace la tarea. Ya luego nos preocuparemos por saber qué es una sonata, por ahora, solo deja que las notas del piano invadan tus oídos y los de tus hijos. Si eres maestro, ponla en el salón de clases.
Luego escuchen el Concierto para piano Nº 5 en Re mayor, K.175, «Salzburgo». Pero ponte una pequeña actividad. Deja todo lo que estén haciendo y pídele al pequeño que te diga que imagina mientras suena, poco a poco, sin prisas y sin presiones. Quizá te diga que le aburre o no le entiende, pero ten paciencia, dejen que su imaginación y su fantasía invadan su espacio. Cierren los ojos, respiren pausadamente, descubran como está vibrando su cuerpo, deja que la memoria actúe y compartan esos recuerdos, verás que serán momentos hermosos.
Finalmente, escucha la Sinfonía n.º 40 en sol menor, K. 550. Es momento de sentir toda la orquestación, todos los instrumentos actuando juntos, invadiendo nuestros sentidos. Deja que tu creatividad y la de tu niña, la de tu niño, fluya. Permite que te cuente una historia, que sus manitas sigan el movimiento de las notas, deja que baile alegremente y que sus emociones brillen.
Ya luego escucha todo lo que puedas del gran genio Musical. Mi último consejo es escucharlo cinco o diez minutos antes de empezar una tarea y luego al terminarla otros cinco o diez, pero déjala de fondo verás que descubrirán mundos fantásticos y que su potencial creativo y de inteligencia se incrementarán, como la del pequeño Wolfie, el gran Wolfgang Amadeus Mozart.
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